"Imagina que estás muriendo. Imagina que estás asustado y muy lejos de casa y con un terrible dolor. Justo cuando pensabas que no podría ser peor, levantas la mirada y ves nada más y nada menos que el rostro del mismísimo diablo."
Doctor Who, Temporada 6.
¿Me extrañaron? NO
El día de hoy les traigo un tema bastante tenebroso (Ay sí, ay sí). A pesar de que no estamos en época de día de muertos, o de Halloween, o cosas así. Les vengo a hablar de las pesadillas. Sí, las pesadillas. La versión malvada y macabra de nuestros más hermosos sueños. En ellas, vemos reflejados nuestros peores miedos. Presenciamos los escenarios más aterradores que nuestra mente pueda imaginar. En ocasiones, nos adentramos tanto en ellas que perdemos la noción de la realidad y creemos que lo estamos viviendo sucede de verdad.
De hecho, no hace mucho (el Viernes) sufrí una de la peores pesadillas que he tenido en toda mi vida. Y a continuación, mis queridos hermanitos y hermanitas, se las presento:
Mi
sueño inicia con algunos amigos de la universidad y yo, realizando alguna
especie de servicio social en algún hospital del IMSS. Todos portamos gafetes
con nuestros nombres y fotografías, con la palabra “Visitante” en mayúsculas.
Hablábamos con una enfermera acerca de nuestras actividades a realizar. La
mujer nos decía algo acerca de acomodar y limpiar el área de juego de la
guardería. Antes de dirigirnos a hacer nuestra labor, la enfermera nos advirtió
que no debíamos “quitar al payaso de su lugar, por favor”. Una extraña
solicitud que escuchamos, pero no entendimos.
Al
llegar a la guardería, efectivamente vimos mucho polvo y juguetes tirados por
doquier. Pero por ningún lado pude ver un muñeco de payaso. Al preguntarle a mi
amigo Guillermo algo, lo cual ya no recuerdo, él sorprendido me dijo que ya
había encontrado al payaso. Yo le pregunté dónde se encontraba, ya que al
entrar no lo había visto. Mi amigo solamente señaló la esquina que se
encontraba a mis espaldas. Yo giré hacia donde me había indicado y sí, ahí
estaba. El muñeco de payaso más terrorífico que había visto en mi vida. Su
rostro, no estaba sonriente, ni tampoco realizando alguna mueca tenebrosa,
solamente tenía una expresión bastante seria. Como si le hubiesen robado toda
esa felicidad que es característica de un payaso. Su mirada era fría y perdida,
a pesar de tratarse de un juguete de plástico, relleno de algodón y demás
materiales. Al notarlo y ver que su mirada estaba fija en mí, me sentí
incómodo. Una extraña sensación recorrió todo mi cuerpo, algo no andaba bien.
Le dije a Guillermo que me acompañara al pasillo, debido a que muy mal. Mis
compañeros me preguntaron a que se debía esto y yo solamente les respondí que
ese muñeco me transmitía una muy mala vibra. Pensaron que estaba bromeando y
que era un exagerado. No era así.
Afuera
de la guardería, Guillermo me preguntó por qué estaba sudando tanto y por qué
me veía tan asustado, si solo se trataba de un muñeco. Le respondí que
desconocía las razones, pero que lo único que sabía era que no quería estar
cerca de ese payaso. Simplemente se me hacía tan tenebroso que no podía
mirarlo. Al voltear a hacia la ventana de la guardería que da al pasillo, noté
que la cabeza del payaso comenzó a elevarse. Mi corazón comenzó a latir más
rápido y mi respiración se hizo más agitada. En un instante, resultó ser
solamente una broma pesada de una amiga. Ella río al verme más asustado de lo
que ya estaba, yo no. De pronto, me di cuenta de que algo andaba raro. Los ojos
del payaso estaban en dirección al rostro de mi amiga y no hacia la nada como
antes. Con mucho esfuerzo logré indicarle a mi amiga lo que estaba pasando. Su
risa se cortó bruscamente y observó al muñeco. Sin explicación alguna, la
cabeza del payaso giró hacia el rostro de mi amiga, provocando que ella gritara
muy fuerte y lo soltara. Al verme bloqueado por la pared, no pude ver que
estaba ocurriendo, pero sí pude presencia el miedo y la desesperación de mis
amigos quienes se dirigían hacia la puerta de la guardería, como si estuviesen
huyendo de algo. Al preguntarles que pasaba, me dijeron que el payaso se
levantó como si fuera un ser humano e comenzó a caminar hacia ellos. Comentaron
también que su mirada ya no era seria y perdida, sino que ahora era malvada e
intimidante. Todos decidimos huir del lugar antes de que el muñeco pudiese
dañarnos.
Al
llegar a la oficina de la enfermera antes mencionada, le comentamos lo
sucedido. La mujer reaccionó preocupada, más no sorprendida. Como si el hecho
de que un muñeco de payaso de aspecto macabro cobrara vida fuera algo a lo que
ya se haya enfrentado. Estaba en lo correcto. Nos dijo que “no debimos haberlo
movido de su lugar. A él le molesta que hagan eso y por eso lastima a la
gente”. ¿Lastimar a la gente? ¿Qué quería decir con eso? Antes de que pudiera
responderme a mí mismo, escuché los gritos de muchas personas. No pude ver la
razón de semejante caos. Sin darme cuenta, me quedé solo. La enfermera y mis
amigos ya no estaban conmigo. Intenté huir antes de que me pasara algo más
grave, pero no podía. Las piernas no me respondían, el cuello me dolía
demasiado y sentía un ardiente y doloroso hormigueo en mis brazos. Cerré los
ojos y los apreté muy fuerte. Me negaba totalmente a ver qué era lo que estaba
a punto de dañarme. Justo en ese momento, cuando más peligro corría, fue cuando
desperté. Solo que no podía dejar de pensar en aquel maldito payaso.
¿Has tenido pesadillas? ¿Muy feas? Deja un comentario.
Esto ha sido todo en esta entrada. Los veo en la próxima, hermanitos y hermanitas.
J.P. Lincoln.
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